lo peor de una siesta al anochecer es el sabor de boca tan burdo y áspero que
parece permear la hinchazón de mi cara hasta llegar, por medio de las bolsas de
mis ojos, a las tuberías de mi cerebro, atrofiándolas y atrofiándome en el proceso.
el resto del día es de noche pero la noche parece de mentira, un mero set de grabación
en un estudio de segunda, virando hacia la disociación. un bostezo lleno de lágrimas
y un sollozo lleno de silencio. el olor de los restos evaporados de café sugiere que
abandone estas pocas horas para retomar mi vida al primer canto del gallo, pero el
foco del techo ruega por acompañarme más tiempo. necesito un calendario pero ya no
quiero pensar en el pasar de las semanas. últimamente he hablado menos en voz alta
conmigo mismo.